Nos preguntamos a través de estas notas si existe alguna vinculación entre el éxito en la transformación digital de una organización, con la adopción por parte de la misma y desde el inicio del proyecto, de una visión ética en las decisiones tecnológicas implantadas, o dicho de otra manera si una transformación digital que se defina como tal, puede ser sostenible en el tiempo sin incorporar los principios de la ética digital o de la denominada responsabilidad digital corporativa.
La ética puede ser definida como aquel conjunto de valores humanos que en forma de reglas, estándares, creencias o normas, nos ayudan a las personas a determinar cuando una acción es correcta y cuando no lo es, principios éticos que influyen en la forma en que los individuos pensamos y actuamos y que por tanto, como humanos que somos, aplicamos en las decisiones de nuestro día a día.
La presencia de principios éticos es un elemento esencial en las organizaciones con las que interactuamos de forma habitual y así nos convertimos en defensores de las mismas cuando tienen valores éticos bien definidos y sus actuaciones con nosotros son congruentes con los mismos.
Por el contrario desconfiamos cuando no es así como el caso del robot Tay lanzado por Microsoft en Twitter, o cuando Google recopiló datos de niños que usaban YouTube para mostrarles anuncios personalizados o finalmente con lo sucedido con todo el lío de Facebook y Cambridge Analitics.
Siendo la ética un concepto algo borroso en general, lo cierto es que en la práctica todos nosotros conocemos, aplicamos y exigimos en nuestra vida diaria que las decisiones que se toman por las organizaciones y que nos afectan, estén inspiradas en principios éticos tales como la confianza, la integridad, la no discriminación, la transparencia, la rendición de cuentas, la libertad de elección, el respecto a la diversidad de las personas o el no hacer daño, entre otros.
La transformación digital por el contrario puede entenderse como la integración de la tecnología digital en todas las áreas de negocio de una organización, para garantizar así la viabilidad y el éxito de la misma en el entorno digital y ello se consigue situando a los datos y a los clientes en el centro de las decisiones de la misma.
Cuando aunamos la ética y la transformación digital o simplemente cuando hablamos de ética digital, no nos referimos solo a cuestiones de cumplimiento normativo consistentes en no infringir la ley o en incorporar la opinión de expertos en tecnologías disruptivas en los proyectos de transformación digital, sino que hacemos referencia a los numerosos desafíos éticos que plantean las tecnologías disruptivas involucradas en la transformación digital y sus efectos en la vida de las personas.
Tecnologías tales como los vehículos autónomos, la inteligencia artificial, la robótica, el internet de la cosas, el big data, entre otras, cuando forman parte de las soluciones tecnológicas adoptadas en los proyectos de transformación digital, generan interesantes debates éticos como el cada vez mayor contacto automatizado y menor humano de las organizaciones con sus clientes, siendo ejemplo de ello el reciente caso del jubilado Carlos San Juan y su exitosa protesta contra la banca por la clamorosa falta de cajeros automáticos en muchos pueblos de España.
Otros debates abiertos en la misma línea son por ejemplo, como formar a los empleados afectados por los procesos de transformación digital para que adquieran nuevas habilidades digitales o los cambios en los roles en los mismos y el futuro que les espera a los que no puedan seguir el ritmo de la transformación digital, conflictos entre principios éticos y valores empresariales que no han hecho más que empezar.
A veces la ley ya fija una serie de principios que intentan resolver algunos de estos dilemas éticos, como sucede en el campo de la protección de datos personales donde tanto el convenio 108 del año 1981 como el reglamento 2016/679, han normativizado los principios de rendición de cuentas, transparencia, confidencialidad, seguridad, información, entre otros.
Otras veces son las propias organizaciones las que se intentan asumir internamente esta tarea.
En algunas de ellas, simple y llanamente, no existen ni códigos éticos ni una mínima cultura sobre la ética digital por lo que de manera informal y tácita delegan en las propias personas involucradas en la transformación digital -sobretodo en los tecnólogos-, la toma de las decisiones para resolver los conflictos que tiene que ver con la ética digital, de tal manera que los debates éticos se plantean y se resuelven por parte de las personas que están al frente de los proyectos de transformación digital y por tanto, no se escalan a los responsables de las organizaciones, con la dificultad añadida que la cultura, las creencias o la educación de cada persona en particular, hace que sus soluciones -acertadas o no- puedan diferir a veces con el propósito, la misión o la visión fijados por la propia organización.
Otras organizaciones si que han afrontado este interesante reto a través de códigos éticos que guían su comportamiento corporativo en materia digital -a veces como simples herramientas de marketing-, mientras que en otras ocasiones la ética digital si que forma parte del ADN de la organización como componente esencial de su cultura corporativa y que por tanto, impregna el propósito, la visión y la misión de la misma y se convierte en el foco que ilumina y marca el camino por donde deben discurrir las respuestas a los debates con consecuencias éticas en el entorno digital.
En las organizaciones más maduras -las menos- la ética digital ya está presente desde el mismo diseño de la propuesta de transformación digital, afectando a todo su ciclo de vida en forma de compromiso asumido por parte de la alta dirección, lo que supone integrar la ética, no como una opción o valorar añadido a modo de complemento adicional, sino como un requisito que impregna todo el proyecto y que por tanto aparece reflejado en todas la soluciones en las que el ser humano esté involucrado o afectado de manera indirecta.
Estas organizaciones éticas digitalmente hablando, están dirigidas por líderes comprometidos con los aspectos éticos de la tecnología y son la conciencia digital de la organización, ya que aúnan en sus decisiones los objetivos estratégicos con los principios éticos.
Si la transformación digital tiene como objetivo cambiar a las personas y a las organizaciones, será imprescindible añadir una visión ética a todo el proceso si queremos conseguir que esa transformación sea sostenible en el tiempo y ello sucederá solo cuando las personas y sus principios éticos se vean contemplados y respetados en la nueva organización y en todas sus decisiones, sean digitales o no.
@ Ramon Arnó Torrades, Lleida, 2022.