Como abogado creía que esto de la transformación digital no tenía leyes propias, pero resulta que si, que de haberlas haylas como sucede con el derecho o la física, y por ello tiene pleno sentido que allí donde hay leyes deba haber abogados, que para algo somos la única profesión citada en la Constitución de 1978.
Una de la más interesantes es la ley de Metcalfe, que no debe su nombre a las reuniones de los amantes del café light (met + café + light), sino al señor Robert Metcalfe, ingeniero, co-inventor de ethernet y empresario estadounidense, que fue seguramente uno de los primeros casos de personas famosas que han popularizado su apellido dando nombre a una ley (Bosman, Wert, Sinde, entre otros).
La ley en cuestión afirma lo siguiente: El valor de una red es proporcional al cuadrado del numero de usuarios conectados.
En la práctica esta ley explica que una red (como Facebook, LinkedIn, WhatsApp, etc.) se vuelve más valiosa a medida que otros usuarios se unen a la misma, a modo de retroalimentación continua.
Pero claro, así de sopetón cuesta de entender el significado o las consecuencias de la ley metclafe para la gente de letras.
Es por ello que los expertos en transformación digital han utilizado históricamente una misma pregunta -que ya se ha vuelto clásica para explicar la ley en cuestión-, para que la ley metcalfe sea entendible para el común de los mortales, sin necesidad de tener un doctorado por el MIT.
La pregunta que se lanza a los alumnos de cualquier curso de transformación digital será parecida a la siguiente: ¿cual fue el aparato tecnológico que fue más difícil vender por primera vez, al primer cliente?.
Aunque sepáis la respuesta -fácil si continuáis leyendo este artículo- os aconsejo que dejéis pasar unos segundos como aquel que piensa profundamente antes de contestar al inquisitivo profesor que ha lanzado la cuestión, y al cabo de ese rato levantéis la mano para dar la respuesta mágica: el teléfono o el fax.
La respuesta es fácil de entender cuando te dan la explicación completa -como habitualmente sucede-, pero no tanto cuando te sueltan la teoría de golpe en medio de una clase.
Entrando a desentrañar los misterios de la ley, parece claro que si somos el propietario del primer y único teléfono que existe en el mundo, ese intrépido y osado primer cliente no podrá llamar a nadie con ese trasto, o si lo hace, nadie contestará -amantes de las ciencias ocultas, abstenerse de comentarios-.
Por tanto con un único teléfono -el ejemplo también sirve para el fax- parece claro que no podremos crear ninguna conexión llamando a alguien, ya que necesitamos que otro aguerrido usuario como nosotros, tenga a su vez otro teléfono como el nuestro, para así hacer la primera llamada y que alguien responda.
Si cogemos un papel y hacemos un dibujo lo veremos más claro, como me sucedió a mi:
1.- Si tenemos un solo usuario con su flamante teléfono, los enlaces que podemos obtener con el mismo son cero, con lo que no es necesario que hagamos ningún dibujo y guardemos el papel para el resto de ejemplos que veremos a continuación.
2.- Si tenemos dos usuarios y cada uno de ellos tiene su correspondiente teléfono, la cosa ya pinta bien.
Así dibujaremos un teléfono en una punta del papel y otro teléfono en la otra punta del papel, momento en que visualizaremos claramente que ambos teléfonos (o nodos, nada que ver con los noticiarios de antaño) se unen con una línea (la conexión o enlace), es decir -y aquí la primera conclusión de la ley Metcalfe- 2 nodos dan lugar a 1 enlace.
3.- Ahora bien ¿qué sucede si conectamos 3, 4 o 10 teléfonos o nodos entre si? ¿cuántas conexiones se pueden crean?:
Aquí os pongo los resultados directamente:
– 1 nodo = 0 conexiones
– 2 nodos = 1 conexión
– 3 nodos = 3 conexiones
– 4 nodos = 6 conexiones
– 5 nodos = 10 conexiones
– 6 nodos = 15 conexiones
– 7 nodos = 21 conexiones
– 8 nodos = 28 conexiones
– 9 nodos = 36 conexiones
– 10 nodos = 45 conexiones
Esta es la ley de Metcalfé explicada en plan de ir por casa.