Los darkpatterns o patrones oscuros son aquellas prácticas de diseño engañosas, creadas expresamente para forzar a los usuarios de una web o una app a realizar acciones que en otras circunstancias no harían, y que tienen normalmente como finalidad manipular de forma más o menos consciente la voluntad del usuario.

El término fue creado por el diseñador de experiencia de usuario Harry Brignull en el año 2010: www.darkpatterns.org

En este perfil de twiter podemos ver ejemplos:  https://twitter.com/darkpatterns

Se trata de anuncios disfrazados de vídeos, de ofertas de bajos precios que no muestran los costes adicionales, de diseños que desorientan al usuario a la hora de cancelar un producto o de darse de baja de la cuenta, de productos que de forma misteriosa se cuelan en el carrito de la compra, de diseños que empujan al usuario a aceptar tratamientos poco respetuosos con la privacidad o de suscripciones gratuitas que para disfrutarlas obligan a introducir la tarjeta de crédito, pero que después es complicado darse de baja cuando se quiere cancelar el servicio.

Desde el punto de vista legal son habituales en la políticas de privacidad de las redes sociales el uso de términos redactados de tal manera que son difíciles de entender, o que omiten información relevante en la primera capa y que obligan al usuario a ir haciendo clic a diversos enlaces para poder tener una comprensión aproximada de la política de tratamiento de datos personales, diseños legales que claramente infringen la normativa en protección de datos personales.

La finalidad de estos patrones siempre es incrementar las ventas o tratar más datos de los necesarios y van mas allá de las técnicas de simple persuasión o de marketing inteligente, sin que en ningún caso se trate de simples errores de programación.

Los diseñadores tienen un papel relevante frente a la presión de los clientes ante este fenómeno, para hacerles comprender que el uso de este tipo de estrategias no hace más que crear desconfianza y frustración y que los consumidores y usuarios son conscientes de los portales que utilizan estas técnicas.

Finalmente no debemos olvidar que un simple tuit de un cliente descontento puede convertirse en viral y suponer un grave riesgo reputacional y económico para la organización.